Seis y treinta y cinco minutos de la mañana. Suena el despertador y sin demora ni pereza me pongo mis incondicionales zapatillas de correr. Salto a la calle para marcarme unos diez kilómetros, entre asfalto y playa, y oxigenarme de vida. La ciudad aun duerme y son pocas las personas que, entre bostezos, inician su actividad en una urbe volcada al mar y al servicio a los demás. Con la adrenalina al límite y descargado de estrés, afronto mis obligaciones diarias, como siempre, con la mayor de las predisposiciones. Debo reconocer que Alicante y la provincia son igual de adictivas para mí que el deporte, por lo que recorrer cada uno de sus 141 municipios es una prioridad en mi agenda cotidiana.
Esa es mi rutina, o lo era hasta antes de que se decretara el Estado de Alarma en nuestro país, recogido en el Real Decreto 463/2020, una medida que paralizó nuestras vidas de golpe a causa del coronavirus. Incredulidad, preocupación por el desafío que se nos presentaba, sensación de inseguridad, miedo y, sobre todo, dudas, muchas dudas…
Así amanecimos ese día todos los españoles, sin distinción entre comunidades, ideologías, o credos. Fue en ese momento cuando iniciamos un confinamiento de 15 días que se alarga otros tantos más, expectantes a la evolución de la mayor crisis sanitaria que ha sufrido nuestro país en el último siglo.
El COVID-19 ocupa nuestro tiempo, nuestro pensamiento y, por ahora, nuestro presente, aunque tendrá repercusión indiscutible en nuestro futuro a nivel humanitario, sanitario, económico, industrial y social. Son tiempos difíciles en los que aflora la vulnerabilidad de cada individuo, pero también la solidaridad de la comunidad y la fuerza del grupo.
Un corredor de fondo siempre tiene en mente la meta. El término del recorrido. Solo así consigue racionar sus fuerzas y vislumbrar el instante del sprint final, donde debe darlo todo y entregarse, física y psicológicamente, al culmen de la carrera. Es una lucha consigo mismo en la que evalúa continuamente su resistencia y fortaleza, pero también un momento en el que, pese a estar solo, siente vibrar la energía de la gente, de los demás corredores y de las personas que esperan al otro lado de la cinta.
Y así es también esta emergencia mundial, una carrera de fondo en la que no solo hemos de sostener el ánimo, poner a prueba nuestra entereza y agudizar nuestra alerta, sino que debemos interiorizar que el único camino posible es la victoria, la aniquilación de un virus que ha sabido propagarse a gran velocidad, de país a país, de continente a continente, traspasando cualquier frontera.
Es obvio, aunque a veces no queda otro remedio más que recordarlo, que en esto, como en casi todo en la vida, la unión hace la fuerza. La unión de administraciones, de partidos políticos, de sociedad civil y militar. En esta cadena de responsabilidades cada eslabón cuenta, cada anilla enlaza con la siguiente. Si una se debilita pone en riesgo al resto, pero si se rompe el daño es irreparable. Así que, con rigor, con seriedad, compartiendo o no las decisiones y medidas que se adoptan y valorando mejor o peor la gestión y ciertas acciones, el compromiso con nuestro país y con sus ciudadanos es absoluto. Cuando esta pesadilla pase, analizaremos la situación con calma y pediremos explicaciones para que los ciudadanos conozcan y sepan toda la verdad.
Así lo entendemos desde la Diputación de Alicante, una administración que desde el primer día en el que estalló esta crisis sanitaria se puso a trabajar sin descanso. Hemos prestado nuestra ayuda a la Generalitat Valenciana, poniendo a disposición de la Conselleria de Sanitat el nuevo centro del Doctor Esquerdo, donde ya se encuentran 50 pacientes de psiquiatría derivados de hospitales de la Comunitat con el fin de liberar camas. Iniciamos en el mismo minuto en el que el coronavirus infectó nuestras vidas un protocolo de urgencia en todos nuestros espacios asistenciales, administrativos, culturales y musicales por la afluencia de gente que en ellos se concentra. Habilitamos en nuestra web un asistente virtual para resolver dudas y consultas sobre la pandemia. Reforzamos el sistema de administración electrónica para que empleados públicos de entidades locales, mancomunidades y consorcios pudieran tramitar online documentos, expedientes y firmas desde sus hogares.
Asimismo, desplegamos una amplia oferta lúdica y de entretenimiento en nuestro canal de Youtube y a través de las redes sociales de MARQ, MUBAG o ADDA y aplicamos medidas extremas de seguridad y salud laboral para nuestros empleados, trabajadores, proveedores y público. Pusimos a disposición de los ayuntamientos, a través de la Caja de Crédito para Cooperación, un total de 10 millones de euros con un tipo de interés del 0% para atender las necesidades derivadas de esta crisis y reactivamos procedimientos de contratación de actuaciones de interés general vinculadas a esta emergencia sanitaria por más de 50 millones de euros en 59 localidades, ofreciendo así seguridad jurídica a los empresarios. Pero además, en un pleno extraordinario y urgente, celebrado por primera vez en la historia a través de internet, logramos aprobar un paquete inicial de ayudas por importe de tres millones de euros con destino al gasto social de los ayuntamientos de menos de 30.000 habitantes.
Activar todas estas operaciones y planes ha resultado de vital importancia, sin embargo nuestra máxima preocupación y ocupación ha sido, y sigue siéndolo, el colectivo de personas que conviven en el Hogar Provincial y en el Centro Doctor Esquerdo, dos edificios de referencia en nuestra provincia que acogen, por un lado a mayores y niños y, por otro, a pacientes con patologías mentales crónicas y subagudas graves. Para todos ellos y para los profesionales que los cuidan se han extremado al máximo las precauciones de higiene, llevando a cabo medidas extraordinarias.
No olvidemos que somos la única de las tres instituciones provinciales de la Comunitat Valenciana que sigue asumiendo de manera impropia en estos centros las competencias socio sanitarias que corresponden al Consell, con el consiguiente gasto económico que ello supone. No obstante, nunca hemos dejado de cubrir todas y cada una de las necesidades de estos grupos, a los que atendemos con rigor, experiencia, profesionalidad y dedicación, y con una buena parte de nuestro presupuesto anual provincial.
El trayecto está siendo duro, pero deja un reguero de enseñanzas tras de sí. Una de ellas, quizá la más humana, es sentir el patriotismo más absoluto al ver a la Unidad Militar de Emergencia (UME) llevar a cabo labores de desinfección en el Hogar Provincial para cuidar y proteger la integridad y la vida de nuestros mayores, como también lo están haciendo en tantas y tantas otras instalaciones y edificios del país. Y, por supuesto, la sensación de profundo orgullo que despiertan en estos durísimos momentos los héroes que visten con batas blancas y verdes, personas que, con escasez de material pero con gran predisposición, se dejan la piel en los hospitales con grandes dosis de empatía, esperanza, compasión y altruismo. Nos han dado una gran lección de superación y de entrega, anteponiendo la vida de muchísimos enfermos a la suya propia, aun cuando las fuerzas comienzan a flaquear. Provengo de una familia vinculada estrechamente al sector sanitario y conozco de cerca lo que significa esa vocación de servicio a los demás, esa entrega absoluta a la profesión. Así me lo han demostrado y enseñado personas cercanas de mi entorno, a quienes debo el respeto a un colectivo que se desvive por ayudar a los demás y por procurar su bienestar y calidad de vida.
En nuestra provincia, cuna de grandes manufacturas e industrias, debemos agradecer también la filantropía de empresas que han derivado su actividad productiva hacia la sanidad con la finalidad de ayudar en la elaboración de mascarillas, geles desinfectantes o monos de trabajo para el personal hospitalario. Sin todos ellos, valientes anónimos, sin los miles de individuos que cada día se levantan para suministrar y poner a nuestro alcance productos de primera necesidad, para hacer repartos de mercancías, para ubicarse tras un mostrador con el propósito de dispensar alimentos o fármacos, y sin tantas y tantas personas que velan por el interés general, nada sería posible.
Mi admiración también para nuestros alcaldes, siempre en la primera línea de trinchera, atendiendo a sus vecinos las 24 horas del día. En ellos pienso en este periodo tan oscuro de la historia que nos ha tocado vivir, y reconozco el esfuerzo que realizan para mantener sus poblaciones en calma y orden. La provincia de Alicante saldrá reforzada y más unida de esta situación, no me cabe ninguna duda. Tampoco me olvido del empeño que están poniendo todos y cada uno de los diputados provinciales para resolver cuestiones de interés común, así como del equipo de Gobierno de la Diputación por su apoyo y entrega incondicional al objetivo común que es acabar con esta epidemia. Quiero, además, dedicar unas palabras de aliento y agradecimiento sincero a mi grupo de trabajo más cercano que, de manera leal y constante, me inspira en la toma de decisiones.
A estas alturas de la carrera estamos exhaustos, abatidos, pero no vencidos. Debemos tener claro que no gana el más preparado, ni quien parte con ventaja, ni siquiera el corredor que lleva varias maratones a sus espaldas, sino aquel que es capaz de resistir, de no tirar la toalla hasta el último segundo, y ahora nos queda ese sprint final. Disponemos todavía de esas fuerzas que hemos reservado para el momento más duro de la competición. Nos jugamos mucho en este trance tan crucial. Juntos lo conseguiremos. Y, por fin, cuando lleguemos a meta y se nos caiga el alma a los pies porque la travesía nos ha dejado sin aliento, con cicatrices en el corazón y con ausencias irreemplazables, nos levantaremos y empezaremos la recuperación. Entenderemos, entonces, que la vida hay que exprimirla, hay que compartirla, hay que disfrutarla y apreciarla en todo su valor.
Y será en ese preciso instante cuando tenga más ganas que nunca de volverme a poner mis incondicionales zapatillas, tantos días aguardando mi regreso, y de que suene el bendito despertador a las seis y treinta y cinco de la mañana. Porque la primera bocanada de aire que dé la percibiré como la más intensa de mi vida. Saldremos adelante y superaremos el mayor desafío que ha afrontado nuestro país en democracia. Lo que venga después, tiempo habrá de valorarlo